Alimentación y salud emocional


La alimentación junto con otros factores personales, sociales y ambientales, forma parte de nuestra salud y calidad de vida.

¿Te has planteado alguna vez la importancia que pueden tener los alimentos que ingerimos en nuestro bienestar emocional? 

La manera en que "nutrimos" a nuestro cerebro tiene respuestas en nuestro desarrollo cognitivo y emocional.

Está comprobado que una dieta equilibrada y rica en distintos nutrientes aporta una notable mejoría en nuestro estado de ánimo y mental. 

A través de datos interesantes y de la información que voy a compartiros vamos a comprobar como siguiendo algunos de los consejos que aquí se proponen y que quizás no conocías, como alcanzamos estos beneficios.

Como todos sabemos, lo que comemos afecta de una manera u otra a nuestro estado físico y a nuestro sistema inmunológico, pudiendo fortalecer estos o por el contrario, debilitarlos facilitando el contagio de infecciones. Así mismo, cómo nos sentimos también afecta a nuestra manera de comer y a los alimentos que escogemos.

Esto último podemos corroborarlo cuando nos sentimos un poco de "bajón", tristes, estresados o melancólicos y sentimos como nuestro cuerpo nos pide algo dulce como chocolate, helado o chucherías para intentar calmar esa sensación negativa que estamos sintiendo. Incluso puede ocurrir todo lo contrario, cuando experimentamos estos estados emocionales negativos, y que nuestro sistema digestivo se cierre por completo y no tengamos sensación de hambre.

Está comprobado que cuando comemos para calmar nuestras emociones escogemos más alimentos grasos, lo cual puede desencadenar un exceso de grasas en la dieta, desequilibrando la misma y causando enfermedades. Esto es así, porque nuestros antepasados pasaban mucho tiempo sin comer y en actividad, lo cual es una situación estresante, y su cuerpo fue adaptado genéticamente para que al momento de tener comida escogieran estratégicamente los nutrientes más concentrados en energía como son las grasas. Entonces, las grasas se asocian a una disminución del estrés en nuestro cerebro. Por ello, cuando estamos muy cansados quizá reduzca más el estrés un pastel con nata que una manzana.

No podemos negar, pues, la sinergia que existe entre nuestros sentimientos y emociones con los alimentos que ingerimos, aunque sea de manera esporádica o continua, siendo esta última el comportamiento más importante a tener en cuenta por si prolonga en el tiempo una mala alimentación, con motivo de mejorar nuestro bienestar integral y calidad de vida.

Esta relación entre nutrición y estado emocional se estudia en todas sus variantes a través de la llamada "Psicología de la nutrición" o "Psicología de la alimentación" -así como dato-. En este sentido, en casos graves de trastornos de alimentación, el psicólogo es una figura indispensable para el tratamiento correcto de las patologías. Estos trastornos se están asociados en muchos casos a una expresión más intensa de otras problemáticas personales que la mayoría de las personas tienen pero en un grado mucho menor.

Cuando usamos la ingesta de alimentos para regular nuestro estado emocional nos referimos al concepto denominado "hambre emocional". Este hambre es una conducta que tiene que ver con el placer y, por tanto, con la liberación de dopamina cuando ingerimos ciertos alimentos pese a no tener hambre "real". En el momento que lo hacemos nos sentimos satisfechos pero una vez que hemos acabado aparecen los sentimientos de culpa y frustración.

Como he mencionado anteriormente, este hambre emocional no tiene por qué ser necesariamente malo si se lleva a cabo de manera esporádica (hablamos por ejemplo de "recompensas" que nos damos a nosotros mismos en momentos puntuales), pero si nos habituamos (prolongación en el tiempo) a comer movidos por lo que sentimos en cada momento, entraríamos en una dinámica de abuso del acto placentero de comer, y esto es perjudicial para la salud.

Para que la alimentación no sea puramente emocional, es decir, para que la causa de nuestra ingesta no se encuentre siempre en las emociones sino que más bien nuestro consumo de alimentos se ajuste más al hambre real, debemos entender que la comida brinda placer y es un desestresante pero no soluciona nuestros problemas y sólo calma la ansiedad temporalmente. 
Entonces, cuando sintamos que algo está ocurriendo dentro de nosotros que nos haga sentirnos emocionalmente desequilibrados, debemos buscar respuestas a lo que nos está ocurriendo fuera de la búsqueda de alimento porque seguramente no sea esa la solución que necesitamos. Podemos recurrir a otras actividades placenteras que no impliquen el consumo de alimentos como son leer, escuchar música, caminar, hablar con un amigo, buscar ayuda de un/a profesional, entre otras alternativas.
Por ello, para establecer un equilibrio que no perjudique nuestra salud, debemos controlar la alimentación por emociones para no caer en hábitos de alimentación poco saludables y al mismo tiempo, debemos permitirnos de vez en cuando comer por placer.

¿Cómo detectar el hambre emocional?

Llega de repente.

Está metida en tu cabeza y no en tu estomágo: si te paras a analizar cómo te sientes, la mente te lleva a pensar el sabor, el olor e incluso la textura del alimento que se te ha antojado ingerir.

Quieres comer alimentos específicos: esto tiene que ver con lo anterior, deseas un alimento en concreto que te va a producir la sensación que andas buscando, lo que seguramente te lleve a consumir alimentos que sean refinados, ultraprocesados y con azúcar.

Comes descontroladamente.

No te satisface cuando estás lleno.

Te invanden sentimientos de culpa o arrepentimiento tras haberlo hecho o piensas que por "una vez" no pasa nada, y vuelve a ocurrir en un corto periodo de tiempo.


¿Cómo reflexiono antes de hacerlo?

A veces también ocurre que se es consciente de que no sentimos hambre real sino más bien una influencia de lo que estamos sintiendo y por ello vamos a buscar ESE alimento mágico que nos va a hacer sentirnos mejor.
Pero, antes de hacerlo, es recomendable que nos paremos a pensar y a conocer mejor el por qué de nuestros comportamientos y por qué llevamos a cabo ciertas acciones. Observar nuestras emociones y hacernos preguntas, hay que darnos cuenta de lo que realmente nos ocurre y sentimos cuando comemos de forma emocional. 

Detente 1 minuto, obsérvate sin juzgarte negativamente, y hazte las siguientes preguntas:

Antes de comer

  • ¿Por qué voy a comer?
  • ¿Por hambre, ansiedad, aburrimiento?
  • ¿He tenido algún disgusto y no quiero pensar en ello ahora?
  • ¿Me siento solo o sola y no sé qué hacer?
  • ¿Qué he estado pensado y he sentido antes de comer?
Durante la comida

  • ¿Cómo estoy comiendo?
  • ¿Lo disfruto?
  • ¿Me tomo mi tiempo, o lo hago de forma precipitada e impulsiva?
  • ¿Qué pienso y siento mientras como?
Después de la comida

  • ¿Hay conformidad, satisfacción, disgusto, o nerviosismo?
  • ¿Me culpo, me juzgo?
  • ¿Qué pienso y siento después de comer?
  • ¿Qué mensajes me proporciono?
Si nos observamos y prestamos atención a lo que estamos sintiendo, descubriremos justo antes de picar, las sensaciones que estamos experimentando; frustración, tristeza, aburrimiento, confusión, irritación, ansiedad, rechazo, cólera, disgusto, inseguridad, impaciencia… y nos resultará más fácil focalizar nuestras emociones hacia otras tareas.

~Bibliografía~

https://www.directoalpaladar.com/salud/alimentacion-y-emociones-un-vinculo-complejo

 https://www.saludterapia.com/articulos/a/2519-alimentos-y-emociones.html

https://meritxellgarciaroig.com/hambre-emocional-detectala-y-entiendela 

https://www.entrenasalud.es/hambre-emocional-y-ansiedad/





Comentarios